El Desarrollo de la Competitividad Deportiva en el Ámbito Educativo
2005
Resumen:

El presente artículo aborda la importancia del desarrollo de la competitividad en los deportistas, y las etapas dentro del mismo. Dividiremos la temática en 5 partes: las etapas competitividad, las derrotas, la disciplina, y el papel de los padres.

Hoy en día la competencia se vuelve cada vez más fuerte en todas las áreas, tanto académicas como laborales. Todas las personas quieren y necesitan ser competitivas, para lo cual hay que desarrollar ciertas aptitudes indispensables.

En un contexto como el educativo, el desarrollo de la competitividad genera mucho interés y preocupación por parte de los padres. Ellos se debaten entre la disyuntiva conformada por el mundo competitivo en el que sus hijos viven y el deseo de que sus hijos tengan un desarrollo feliz y sin mayores presiones, por lo menos durante la etapa escolar. Esto último no implica que luego no puedan tener la capacidad competitiva desarrollada.

LAS ETAPAS:

En el deporte nacional observamos como erróneamente se exige un alto nivel de competitividad y obtención de grandes resultados en estadios muy tempranos. Se organizan campeonatos competitivos de 6, 8, 10 y/o 12 años, edades en las cuales el deporte debe ser netamente recreativo y formativo (tanto en la parte emocional, física y técnica), para ir instaurando bases sólidas en la formación completa e integral del niño dentro del deporte: aspectos técnicos (de acuerdo a cada deporte), aspecto físico (coordinación, resistencia, velocidad y más adelante la fuerza), fortalecimiento de la vida emocional del niño (autoestima, confianza, personalidad, competitividad, entre otros) y la instauración de normas, disciplina, valores, moral, ética, perseverancia, tolerancia a la frustración, etc.

Es recién a partir de los 13 años aproximadamente cuando debe comenzarse a trabajar y exigir la competitividad como proceso, no puede ser intempestivamente, sino de manera paulatina. No puede pedírsele a un bebé que corra antes de caminar o a un niño que escriba antes de leer. Cada etapa tiene su momento, y no se pueden “saltar” o “quemar”, así lo deseen con todas las fuerzas, el joven, padres y/o entrenadores.

El desarrollo académico puede homologarse con el deportivo. Existen etapas psicológicas, evolutivas y de desarrollo que se respetan. Hay una edad para aprender a caminar, una edad para aprender a leer, otra para las ecuaciones y demás operaciones matemáticas, etc. En el deporte es exactamente igual: primero se debe trabajar el aspecto psicomotriz, la coordinación y otros aspectos, no se puede introducir una fuerte carga de trabajo de potencia a chicos de 8 o 10 años, esto en lo referente a lo físico, de igual manera lo psicológico. Por eso la importancia de los juegos menores, juegos libres sin una estructura definida y juegos predeportivos, juegos de forma poco estructurada que van familiarizando a los pequeños con las actividades deportivas, creando en ellos el gusto por la actividad física y el deporte. El deporte es y debe ser juego y diversión. Si antes de que esté instaurado ese amor por el trabajo físico y el deporte se comienza insistir en la competitividad, presión por ganar y conseguir éxitos se podría ir matando a un potencial deportista.

No parece lógico pensar que un niño guste de realizar una actividad que lo asusta, en dónde hay gritos, discusiones de padres, entrenadores, árbitros, barras, incluso peleas u otros. Buscará por el contrario evitar esas situaciones estresantes y atemorizantes. Estos estímulos van dejando una marca en la mente que puede ser imborrable, originando una aversión al deporte competitivo o incluso al deporte en general. El deporte en todos sus niveles debe ser divertido, tanto cuando es formativo como competitivo (aunque se sabe que es más difícil de lograr en este), no tiene sentido practicar un deporte que no genere diversión y alegría.

“Lo rico que tiene el deporte, justamente el deporte en equipo, es la cooperación, la solidaridad, bueno aún en deportes de equipo predominan el individualismo, el triunfo a cualquier precio, el éxito, la fama y el dinero, y en el modelo de deporte educativo lo verdaderamente importante no es ganar sino jugar y divertirse, más allá del resultado, es una fuente de salud y de amistad, no importa tanto si ganaste o no, lo que importa es competir, jugar, disfrutar y después conocer gente, ayuda a conocerse mejor a uno mismo, a generar sentimientos de cooperación y solidaridad y a ser mejores personas”.

Roffé (1999)

Es importante destacar que la competitividad tiene estadios que se deben respetar pero que no necesariamente se desarrollan a su más alto nivel. Su desarrollo es paulatino, por etapas y paso a paso, pero no todos logran llegar al nivel máximo (al igual que el desarrollo moral). El querer forzar su desarrollo en etapas tempranas que no corresponden, hacen más probable que el desarrollo de esta se quede truncado y no llegue a su más alto nivel.

En el Perú se queman etapas tanto física como psicológicamente, por eso no logramos acceder a mundiales en deportes colectivos (salvo la honrosa clasificación de la selección de voley en esto últimos tiempos, la cual podría ser la excepción que confirma la regla). Este salto de etapas produce y origina niños ansiosos, estresados por el deporte y las competencias, a los que se les cae el pelo, se comen las uñas, tienen somatizaciones, síntomas conversivos, lesiones crónicas, etc; todo por no respetar las etapas. En el deporte en el Perú se cree que todo es para ayer, y creen que comenzar a ganar lo antes posible es sinónimo de éxito, sí es éxito a edades tempranas pero luego simplemente desparecen y ya no se dan en edades adultas. En la educación se respetan las etapas, no piden un abogado, arquitecto o doctor en primaria o tercero de media. Obviamente a nadie se le ocurre pensar en eso, entonces, ¿por qué en el deporte sí? Esta necesidad por omitir etapas genera pasiones desaforadas, muchas veces irracionales, en los padres (padres que son futbolistas frustrados) o padres que probablemente nunca han competido (por ejemplo: mucha veces las madres que nunca han competido en algún deporte son las que peor se comportan respecto a este tema). Entonces, ¿por qué se les exigen tanto y desde tan pequeños a sus hijos en esa área?

Por esto, es importante recalcar que los colegios deben cumplir un rol eminentemente formativo en todas las áreas, desarrollo académico, desarrollo evolutivo, en valores, moral y emociones, artes (pintura, literatura, música etc.), y por supuesto, en el deporte.  Un colegio no es un club deportivo, aunque consideramos que los clubes también deberían formar personas en el sentido más amplio de la palabra, no sólo deportistas sino seres humanos. Un club busca éxitos, un colegio busca éxito en formar personas lo más capacitadas, con mayores recursos y lo más felices y satisfechas posibles. Si como producto de esta formación surgen atletas profesionales, en buena hora, pero no es el fin del colegio.

LA COMPETITIVIDAD:

Hay papás que creen que sus hijos se convertirán en unos perdedores por no ganar los campeonatos en los cuales participan a edades tempranas (6, 8, 10 y/o 12 años), cuando en realidad es todo lo contrario. El Perú está lleno de campeones a estas edades, y también de deportistas retirados a los 15 o 16 años de edad. A esa edad ya tenemos ex atletas, cuando en realidad la carrera deportiva comienza a los 18 aproximadamente.

¿Por qué apurarse a competir a edades tan tempranas? La fórmula no debe ser: Comienza más temprano a competir = mayor éxito deportivo. La realidad dice lo siguiente: mayor competencia a edades tempranas = retiro, también a edades tempranas. Si en vez, de promover la alta competencia edades tan tempranas, se dedicaran únicamente a formar a los chicos, amor por el deporte, diversión, técnica, valores, disciplina, mentalmente, etc., se tendrían mayores y mejores resultados deportivos internacionalmente.

El competitivo es “picón”,  y el “picón” es perseverante. Esta debe ser una “piconería” orientada al cambio, a revertir la situación negativa anterior. Debe ser una “piconería” orientada a construir. Una “piconería” mal entendida originará respuestas de agresión ya sean verbales y/o físicas que lo único que conseguirán  es “sacar” del partido al atleta (expulsión mental, donde no está la mente no está el cuerpo). Como dice el dicho popular: “el que se pica pierde” (afecta totalmente la atención y la concentración, desviando al deportista del que debe ser su objetivo principal). De la misma manera, el atleta puede ser retirado del juego perjudicando igualmente a su equipo. Una “piconería” constructiva o positiva se aprecia cuando un equipo escolar pierde por un amplio marcador y al día siguiente absolutamente todos van entrenar, y de esta manera buscan remediar esa situación, a pesar de tener fresca en su memoria la derrota, ya que cada derrota implica una pérdida, no física pero sí emocional, que va mermando y afectando a la persona, por lo que es importante que se vaya formando la fortaleza mental de la persona (cabe recordar que antes que atletas son personas). Esto nos habla de un gran compromiso, cohesión de grupo, sentido de pertenencia con su colegio, identificación, perseverancia y tolerancia la frustración. Por eso no se comparte la idea de ser un ganador o un perdedor. ¿Qué es ser un ganador o un perdedor? ¿Quién es un ganador y quién un perdedor?

En el deporte no existen deportistas invictos, lo que existe son personas perseverantes, luchadoras, con alta tolerancia a la frustración y que dan su máximo en cada oportunidad. Ellos son los ganadores, no los que “siempre ganan”, entre comillas porque nadie siempre gana y creemos que se aplica a todas las áreas profesionales y/o de vida.

Por otro lado, las derrotas ayudan a fortalecer mentalmente a los jóvenes. Desarrollan la tolerancia a la frustración y la perseverancia, les permite y les da la oportunidad de volverse a levantar, una y otra vez, y cuántas veces sea necesario. Eso es lo que los padres deben querer de sus hijos. De esta manera van adquiriendo herramientas y mayores recursos para enfrentar situaciones adversas y poder remediarlas. De esta forma se va creando y consolidando la fortaleza mental en sus hijos, no sólo para el deporte sino para la vida en general.

El equipo de la categoría de 10 años de un club deportivo peruano de fútbol fue a una gira por Europa. En Dinamarca jugaron contra un club local al cual el equipo nacional ganó ampliamente por más de veinte goles. Los hinchas daneses al finalizar el partido estaban felices, cantando, festejando con serpentinas, globos, gaseosas, bocaditos, etc. Los deportistas peruanos por su parte estaban completamente anonadados, no entendían lo que sucedía. Lo que ocurría era que los daneses consideran estas etapas formativas, no sólo ellos (todos los países desarrollados deportivamente), no les interesa ganar sino que sus deportistas se vayan acostumbrando a jugar contra otros, tener una experiencia, que se diviertan aprendiendo las técnicas sin estar enfocados en el resultado de un marcador sino en ir adquiriendo las técnicas a la par que van aprendiendo a amar el deporte mientras se divierten. Es por eso que ellos van de manera casi continua a los mundiales mientras el Perú no lo hace desde 1982.

LAS DERROTAS

Las derrotas son un tema difícil de asimilar para los “chicos”, sobre todo cuando todavía no están completamente formados psicológicamente (el esqueleto de la personalidad recién se constituye a los 18 años de edad aproximadamente.). Es por esto que el manejo de las derrotas por parte de los alumnos tiene diversas variantes. Se debe entender el impacto emocional que pueden tener las derrotas para un pequeño. Esta implica una pérdida, no física, pero sí emocional, en dónde muere una pequeña parte de sí. No muere, una sino varias veces, porque los deportistas escolares tienen que dar la cara al final de una derrota ante su entrenador después del partido, en la noche en la casa ante sus papás y/o hermanos y al día siguiente ante sus profesores y compañeros, estos últimos muchas veces pueden ser muy crueles.

George Foreman, uno de los más grandes boxeadores de la historia, se enfrentó a Mohammed Ali en 1974.  Foreman de 21 años, mucho más joven y fuerte era el amplio favorito, ante un Alí de 32 años. A su vez, Foreman había demolido a los clásicos rivales de Alí: Frazier y Norton. Sin embargo, esa noche venció Alí. Le costó veinte años a Foreman recuperarse de la derrota, refiere que no se sentía hombre ni que valía como persona, y entró en una profunda depresión producto de la derrota que lo alejó del cuadrilátero, truncando una prometedora carrera y haciéndole perder millones de dólares. Esto se explica porque nunca antes había perdido, no sabía lo que era estar en una situación desventajosa, no había experimentado las derrotas en las etapas en que debió hacerlo, para tener un registro de mayores recursos para enfrentar situaciones de ese tipo, para poder encontrar dentro de él las respuestas y la posibilidad de recuperarse de un tropezón así. Faltó tolerancia a la frustración, un hecho concreto mermó toda su estructura personal, tanto psicológica (confianza, autoestima y otros) como laboral (dejó su trabajo), afectando su vida a todo nivel.

Por los motivos mencionados arriba, utilizan una serie de defensas y recursos para que las derrotas sean más llevaderas y/o tolerables:

Negación del resultado:

Aparentar que el resultado y el marcador no les afecta. Esta actitud la evidencian ante el entrenador, padres, profesores, compañeros y/o pares. Es lo que externalizan sin que necesariamente sea lo que realmente sienten y piensan. Tratan de mentalizarse de que no les interesa, para así aminorar el dolor. Al externalizar esto a la vez se está internalizando la negación, “se están creyendo su propia mentira”.

No dar el máximo como defensa del yo.

Otra forma de protegerse es no realizar su máximo esfuerzo. Al no hacerlo, el deportista está cuidándose de la derrota. Si no da todo de sí, no está perdiendo “realmente”, ya que pensará que si se hubiera esforzado al máximo hubiera podido ganar. La realidad es que no se arriesgó para no tener la posibilidad de perder. Al no esforzarse al máximo no se expone. Al realizar su máximo esfuerzo se arriesga y expone su habilidad porque si pierden bajo estas condiciones, quiere decir que el otro es mejor. Si, por otro lado, pierde “guardándose” algo, tiene el consuelo interno de que “si hubiera querido hubiera ganado.” Muchas veces esto se da a niveles más profundos (inconscientemente), lo que dificulta aún más el cambio. Esta es una traba más común de lo que se pudiera pensar.

“Instancia que Freud distingue del ello y del superyó en su segunda teoría del aparato psíquico.

Desde el punto de vista tópico, el yo se encuentra en una relación de dependencia, tanto respecto a las reivindicaciones del ello como a los imperativos del superyó y  a las exigencias  de la realidad. Aunque  se presenta  como mediador, encargado de los intereses de la totalidad de la persona, su autonomía es puramente relativa.

Desde el punto de vista dinámico, el yo representa eminentemente, en el conflicto neurótico, el polo defensivo de la personalidad; pone en marcha una serie  de mecanismo de defensa, motivados por la percepción de un afecto displacentero (señal de angustia).

Desde el punto de vista económico, el yo aparece como un factor de ligazón de los proceso psíquicos; pero, en las operaciones defensivas, las tentativas de ligar la energía pulsional se contaminan de los caracteres que definen el proceso primario: adquieren una matiz compulsivo, repetitivo, arreal.

La Teoría psicoanalítica intenta explicar la génesis del yo de3ntro de dos registros relativamente heterogéneos, ya sea considerándolo como un aparato adaptativo diferenciado a partir del ello en virtud  del contacto con la realidad exterior, ya sea definiéndolo como el resultado de identificaciones que conducen a la formación, dentro de la persona,  de un objeto de amor catectizado por el ello

En relación  con la primera teoría del parto psíquico, el yo es más extenso que el sistema preconsciente-consciente, dado que sus operaciones defensivas son en gran parte inconscientes.

Desde un punto de vista histórico, el concepto tópico del yo es el resultado de una noción que se halla constantemente presente en Freud desde los orígenes de su pensamiento”

(Laplanche y Pontails (1997, pag.457).

* Lo mejor que se puede hacer ante las derrotas es brindar un clima de apoyo y soporte emocional, y respetar al deportista en su forma de lidiar con la derrota sin invadirlo.

“EL DEPORTISTA GANA PORQUE SE DIVIERTE.”

Su puede perder, eso no significa un problema, el problema aparece cuando pierden y no se divierten por temor, ya sea por un biotipo más fuerte, chicos más grandes y fuertes o de gran solidez técnica, o un equipo que funciona como un “relojito”. Es indispensable para lograr la victoria la presencia de la diversión. Un deportista y/o equipo que no se divierte no gana, se gana porque se divierte y no, como creen algunos, se divierte porque se gana.

Dificultades para lograr la victoria:

Autoimagen Desvalorizada vs. Imagen Sobre valorizada

Los chicos pueden sentirse menos que sus rivales, ya sea por verse intimidados por el tamaño y/o corpulencia física, o por la calidad técnica de los mismos, o por un registro en la mente de derrotas anteriores contra el mismo rival. Ven al contrincante superior, con habilidades que ellos no pueden alcanzar u obtener: “Son mejores que nosotros”.

Miedo al éxito:

Existe otro punto relevante: el miedo al éxito. Efectivamente, aunque muchos puedan no creerlo, existe el miedo a ganar. ¿Por qué el miedo a ganar? Porque ganar trae consigo una seria de cambios, los cuales, muchas veces, el deportista puede no estar dispuesto a sobrellevar, junto con las nuevas cargas, presiones y/o responsabilidades. El éxito implica cambios sociales, en el colegio, con los amigos, con los pares, con las “chicas”, incluso, con los padres y entrenadores. Implica un nuevo estatus, por lo tanto mayor responsabilidad y seriedad, para el trabajo, es mayor estrés para el deportista la responsabilidad de volver a probar que es bueno o el mejor, con los demás tratando de vencer al campeón. Muchas veces es más fácil permanecer en el mismo nivel para mantener la homeostasis (equilibrio), y quedarse en el lugar en que se está, porque se siente cómodo, y simplemente sienten que es el lugar que les corresponde por comodidad y/o costumbre. Esto tiene su explicación en raíces inconscientes, aunque también puede darse por aspectos más conscientes.

DISCIPLINA:

El tema de la disciplina es muy importante. No se deben tolerar faltas injustificadas a los entrenamientos y/o partidos. No existen buenos deportistas y/o profesionales sin disciplina. La disciplina va de la mano con la perseverancia en los entrenamientos, con el esfuerzo y ganas de seguir adelante, y por supuesto, con la motivación que debe ser intrínseca (interna). Por lo tanto, la disciplina también se relaciona con la competitividad. Cada una se va engranando con la otra y van formando aspectos más profundos y complejos de la vida de la persona, para ir formando la mente de una deportista para llevarlo al éxito. Es importante, también, el establecer límites para formar chicos que se están desarrollo, la ausencia de límites puede generar u originar psicópatas, por ejemplo: una estructura de la personalidad psicopática con adecuados límites y normas en el desarrollo puede contenerse evitándose el desarrollo de esa tendencia biológica, de haberse trabajado así en menores dentro del fútbol peruano se hubieran evitado varios desagradables caso de psicópatas en el fútbol y no se hubieran perdido buenos prospectos de futbolistas.

En  octubre de 2005, después de un partido de la copa Alemana, el entrenador del Bayern de Munich no estuvo contento con el desempeño de su equipo, por lo que decidió que el plantel entrenara de 3:30 a 5:00 de la madrugada. Esto teniendo un plantel de primer nivel como: Oliver Kahn, Jen Jeremies, Michael Ballack (seleccionados alemanes y subcampeones mundiales de 2002), Martín Demichelis (seleccionado argentino), Bixente Lizarazu (seleccionado francés y campeón del mundo en 1998), Lucio, Zé Roberto (seleccionados brasileños y campeones mundiales de 2002), Roy Maakay (seleccionado holandés), Roque Santa Cruz (seleccionado paraguayo), Claudio Pizarro y Paolo Guerrero (seleccionados peruanos). Esto nos indica la importancia de la disciplina y como han interiorizado tanto esto, este plantel de primer nivel mundial respeta y acepta el mando del líder. Eso en el fútbol peruano hubiera sido imposible de realizar, lo jugadores le hubieran hecho la”camita” al entrenador, como tantas veces ha sucedido cuando se les exigía un poco más de lo que estaban acostumbrados.

EL PAPEL DE LOS PADRES:

El aporte de los papás siempre es importante para la formación deportiva de sus hijos, siempre y cuando no pretendan ocupar el lugar del entrenador, dando indicaciones a su hijo, logrando solamente confundirlo. Los papás deben alentar y apoyar a sus hijos, no dar indicaciones. Los papás pueden aportar de la siguiente manera:

Cuidar la alimentación de sus hijos: refrigerio balanceado para el colegio y especialmente para las clases de educación física y deportes, con una adecuada hidratación (no gaseosas, no café ni bebidas energizantes), agua y/o bebidas rehidratantes.

Alentar de manera constante (siempre de manera positiva).

Brindar apoyo incondicional a sus hijos (no recriminar por las derrotas), tanto antes como después de las competencias deportivas.

Enfatizar, reforzar y pedir esfuerzo, mas no resultados.

No presionar para que se especialicen en un solo deporte, la práctica de varios deportes beneficia al pequeño. La vocación deportiva debe consolidarse aproximadamente a los 16 años de edad. Roger Federer (actual número 1 de la ATP) jugaba hockey y fútbol y estuvo en una seria duda vocacional sobre si seguir una carrera como futbolista o tenista, por suerte par lo amantes del tenis se decidió por este último.

Preguntar si se divirtió o si mejoró su técnica, y de ninguna manera debe hacerse la clásica y arcaica pregunta, que minimiza todo el esfuerzo que pueda haber hecho el pequeño: ¿ganaste o perdiste? Y si perdió ¿pero habrás metido gol?, como si esto último cambiara en algo el resultado del partido. Esto último lo que hace es fomentar el individualismo egoísta, atentando contra el trabajo de cohesión grupal que se esté realizando.

Es importante que los padres no debiliten o incluso eliminen la motivación intrínseca (interna) de los jóvenes deportistas. Esta motivación es la que se busca, no se puede dar o imponer a la fuerza. Esta motivación se ve recompensada y alimentada por el desempeño del deportista y los logros y alegrías que le produce la actividad misma al realizarla y al ir obteniendo los resultados, objetivos y/o metas para los cuales se ha ido trabajando. Los reforzadores externos irán minando esta fuerza interior del deportista. Por reforzadores externos nos referimos a premios o recompensas, económicas y/o materiales. Lo mejor que se puede hacer para seguir alimentando ese “fuego interior” del deportista es felicitarlo por su desempeño. Esto puede ser mucho más gratificante y estimulante para el pequeño que cosas materiales.

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